dijous, 31 d’octubre del 2013

WALDEN

Este es un comentario sobre uno de los libros i de los autores más importantes para mi. "Walden o la vida en los bosques" es una obra que escribió Henry David Thoreau en 1854. Está escrita en clave autobiográfica, describiendo sus experiencias y pensamientos durante su estancia de dos años en una cabaña junto al lago Walden, en Concord, Massachussets.


WALDEN O LA VIDA EN LOS BOSQUES

Walden es la peripecia vital de un hombre por encontrarse a sí mismo.
Thoreau es, para mi, un naturalista. Los estudiosos lo clasifican en una corriente de pensamiento que se da en llamar trascendentalista. Bueno, no es un mal nombre si por ello se entiende la búsqueda de la realidad o de la esencia y el desarrollo de nuestros destinos, pero para mi Thoreau es, sobre todo, un naturalista.
El naturalista observa la realidad y se pregunta por su función y necesidad de lo que ve, lo que Thoreau llamaría economía. En si misma esta función ya implica una singularidad de carácter: todo lo que existe interesa y no es despreciable, necesita de una visión atenta para descubrir los motores de la vida y las infinitas posibilidades que depara el juego entre el azar y la necesidad.
Thoreau es también un naturalista en el sentido estricto de la palabra porque se interesa por los fenómenos naturales. Es su forma de acercarse y de entender el mundo.
Thoreau esta preocupado sobre todo por descubrir cuales son las cosas que merecen vivirse. De este modo se aleja de la angustia vital del hombre civilizado que caracteriza la confusión y el desencanto por una vida sin sentido real, es decir, sin una realización de las posibilidades óptimas de cada cual, y también se aleja del nirvana ecléctico del posibilismo que reza asimilarse a la cultura común, al no pensar y al aceptar lo que viene dado como una religión a la que hay que seguir si se quiere conseguir el éxito en esta vida.
Esto del éxito es, para algunos, simplemente estar por encima de los demás y para otros sentirse guijarro en la corriente de la vida, sin posibilidad de variar el rumbo, aceptando, resignándose, aunque como una heroicidad necesaria.
A pesar de todo, el camino de Thoreau no es fácil, ni está exento de riesgos pues tiene que habérselas con todo un universo definido y preciso, aunque fictício: el edificio de la civilización, cerrado y precario, desesperado, austero y alienante: o estas dentro de sus reglas, su interpretación y sus esquemas, o no eres nadie.
Para conseguir esa percepción auténtica de la realidad, Thoreau se basa en algo tan sencillo como vivir el momento presente. En esto también se conoce que es un naturalista. Ejercer el presente implica un conocimiento de cada acto y una perspectiva de su función.
Vivir el momento presente haciendo lo que uno sabe y quiere hacer, disfrutando de ello sin deberías ni que dirán. Discerniendo las necesidades de lo que no lo son y simplificando la vida al máximo.
Walden es el experimento que le hizo posible disfrutar y adquirir esa simplicidad.
En él, Thoreau, su autor, nos conduce a través de su experiencia y su visión cristalina de la vida para acercarnos a la verdad de lo cotidiano: la trascendencia de cada momento y de nuestra relación con la realidad. De tanto ensimismarnos en nuestros pobres problemas perdemos de vista esa trascendencia, que nace de la reflexión y un compromiso férreo con uno mismo. Thoreau nos devuelve esa perspectiva necesaria, esa filosofía vital de plantearnos el sentido de nuestra vida a cada paso que damos.
Se le pueden achacar algunos defectos, como el no necesitar a los demás para ser él mismo, ni darse cuenta de que la única forma de llegar a conocerse uno mismo es también a través de los demás. Pero eso es solo algo anecdótico en su experiencia porque, por sus mismas manifestaciones se deduce que sigue una peripecia vital no concluida ni cerrada. En eso, precisamente, estriba su osadía. En no cerrar ni dar por concluida su experiencia en ningún momento, y en eso, también, se ve que es un naturalista.
Evidentemente Thoreau no da concesiones a la pertenencia a organismos superiores a uno mismo. Es un libre pensador, un ser independiente, con auténtica fe en la vida y en el ser humano, sin necesidad de causas comunes o salvadoras que enmascaren la propia responsabilidad por hacerse cargo de la propia vida. Se basa en la confianza. Thoreau da por hechas dos cosas como axiomas de su filosofía: que la vida es fácil a poco que se simplifique y se tome en sus hechos esenciales, y que cada uno es responsable y capaz de dirigir su propia vida sin rendir cuentas a nadie. Evidentemente Thoreau es un anarquista. Alguien que que no da pié a causas ajenas a las propias para sustentar sus razones y sus actos, alguien que cree en la propia responsabilidad de sus acciones, que somos el producto de nuestras decisiones y no una mera huella social o un producto de las circunstancias.  
Pero Thoreau ya nos advierte que debe ser tomado con cautela. No por el temor a contradecir los principios de la sociedad o de la civilización sino porque cada uno ha de descubrir y tomar su propio camino.
Después de todo la única experiencia válida es la propia. No hay atajos, aunque si hay libros como walden,que ilustran con el ejemplo.

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